En una reciente entrevista, el humorista venezolano Emilio Lovera respondía de la siguiente manera la pregunta ¿qué te enamora de Venezuela?: «Que Venezuela está en la cuenca hidrográfica más grande del mundo, que el relámpago del Catatumbo recupera el 80% de la capa de ozono que pierde la Tierra, que el Orinoco pasó de ser el quinto al tercer caudal de agua más grande del mundo, que de los 125 tepuyes que existen en el mundo 115 están en Venezuela…»
Su retahíla del acervo geográfico venezolano levantó una ola de comentarios de quienes se alegraban de la exaltación de las bellezas naturales. El Legatum Institute en su Índice de Prosperidad 2021 coincide parcialmente y ubica a Venezuela en el puesto 61 entre 167 países en su evaluación del medio ambiente. Pero en criollo (como tal vez lo diría Emilio) la conclusión del think tank inglés es que «amor con hambre no dura» y al revisar otros 11 aspectos relacionados con economía, política y sociedad, el país se ubica en el puesto 147 y destaca por ser el que acumula mayor deterioro de su prosperidad en los últimos 14 años.
Entre sus definiciones de cómo es una nación próspera, el informe señala que es una donde «el medio ambiente se gestiona sabiamente, como un legado para el presente y generaciones futuras». Algo que, de acuerdo con su evaluación, Venezuela no está haciendo, pues bajó 30 peldaños en ese ítem en los últimos 14 años, revelando el deterioro de esas bellezas y sus potencialidades.
El Índice de Prosperidad que cada año publica el Legatum Institute revisa 300 indicadores resumidos en 12 pilares. Solo en Educación Venezuela muestra un ligero avance en contraste con 2007. Mientras, aparece en el último lugar de la tabla en otros aspectos como gobernanza y condiciones para emprender.
«La verdadera prosperidad significa que todos tienen la oportunidad de prosperar al realizar su potencial único y participar en el fortalecimiento de sus comunidades y naciones. Porque, en última instancia, la prosperidad no se trata solo de lo que tenemos; también se trata de en qué nos convertimos», señala el think tank inglés.
Y Venezuela se ha convertido en un país muy distinto al que era en 2007 cuando el Legatum Institute comenzó a publicar su índice. Desde ese año se le ha otorgado una baja calificación en al menos 7 de los 12 pilares, vinculados con el ambiente económico, jurídico y de seguridad. En tanto, en los otros cinco se había posicionado por encima de la casilla 100 del ranking, pero la realidad de 2021 es muy distinta y muestra descensos en todos.
La caída más drástica en los últimos 14 años la registra en el ítem de «capital social» con una pérdida de 83 puestos y que se describe como «la fortaleza de las relaciones personales y sociales, de la confianza institucional, de las normas sociales, y de la participación cívica en un país».
El informe del Legatum Institute muestra esa Venezuela bonita que enamora a Emilio (y a millones), pero que a la vez es una nación rota, frágil, fragmentada social y económicamente.
Al comparar con el resto de los países incluidos en el informe, Venezuela destaca por ser la que más cayó en el ranking en los últimos 14 años con una pérdida de 42 posiciones, más que naciones en guerra como Siria.
Tal vez a un venezolano que valga la pena escuchar sobre el tema sea Juan Germán Roscio quien decía que «la prosperidad de un pueblo no consiste en la cantidad de oro que posee, sino en el número de talentos y de brazos que emplea con utilidad.»