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¿Economía moral? Un debate sobre el crecimiento económico en el siglo XXI

Diego Delso / CC-BY-SA 4.0

José María García Martínez, Universidad de Murcia *

Los mecanismos de generación de riqueza varían en cada época histórica, desde el sistema industrial establecido en los años de la Revolución Industrial (siglo XVIII) a los estados de bienestar surgidos en Europa tras acabar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Aunque en el siglo XXI hayan cambiado las formas de generación de riqueza y las relaciones de producción, el conflicto entre las exigencias del modelo económico y las necesidades sociales y económicas de la mayoría de los ciudadanos siguen siendo una fuente de contradicciones.

El neoliberalismo –con su búsqueda de total libertad económica– ha conducido a que la generación y distribución de riqueza estén muy lejos de lo que el historiador E. P. Thompson definió como la “economía moral de la multitud”: un sistema económico y social que tiene en cuenta las necesidades del conjunto de los miembros de la comunidad y no solo las de sus sectores más privilegiados.

Por otro lado, la gran mayoría de los ciudadanos adquiere su visión del mundo de los medios de comunicación, en donde se genera parte del debate público, que se traslada luego al escenario político: parlamentos, congresos, gobiernos e instituciones públicas de los países.

Intereses privados versus bien común

Los grandes grupos de comunicación privados, al ser corporaciones impulsadas por la búsqueda del beneficio económico, en ocasiones proyectan ideas que quedan muy alejadas de la necesidad de buscar el bien común y se enfocan en la atracción de una mayor audiencia, que consiga aumentar la popularidad de la cadena y los beneficios empresariales.

Como escribió Bourdieu, “la opinión pública no existe” sino que depende de aquello que publican o ignoran los medios de comunicación, y de la educación y capacidad crítica de la ciudadanía para responder a estos discursos construidos.

La cuestión más perjudicial es el énfasis en presentar lo que son problemas sociales (desempleo, entornos deprimidos, falta de oportunidades, etcétera) como problemas individuales, sin explicar el contexto ni el entorno social más amplio en el que estos se producen.

Discurso sesgado

Un ejemplo destacable está en el discurso en contra de la inmigración, que evade temas más cruciales para el desarrollo, como las consecuencias de la globalización, la pérdida de empleos por la tecnología y el incremento de los niveles de pobreza a consecuencia de las políticas enfocadas en pagar la deuda pública.

Así, se presenta a los inmigrantes como “competidores”, obviando su contribución a la economía ante el envejecimiento de la población, la reducción de las tasas de natalidad y la necesidad de trabajadores que contribuyan con su trabajo a financiar los servicios públicos.

Eso, sin mencionar otros factores más decisivos para la economía como el nivel de industralización del país, su dependencia de la inversión extranjera, la formación y educación de su población, y el peso de sectores económicos con dificultad de crear empleo cualificado y de altos salarios, como la hostelería.

Economía y moral

Esto nos lleva al concepto de economía moral y a cómo el desarrollo económico no está determinado por cuestiones morales sino por la búsqueda del beneficio económico. El hecho de que se creen grandes fortunas mediante plataformas web como Onlyfans o YouTube, o que aumente la relevancia del crimen organizado y del narcotráfico como generador de riqueza, no responde a criterios morales sino a la incapacidad de generar un desarrollo económico por otras vías.

En las sociedades capitalistas la economía depende del beneficio. Y el capitalismo del siglo XXI se caracteriza porque la producción de bienes y servicios no es dominante y sí la economía financiera y rentista (como pone de manifiesto el aumento de alquileres en Airbnb) y el auge de sectores éticamente cuestionables.

Igualdad, libertad, bienestar

En un contexto de permanente depresión económica para la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, podemos entender el crecimiento de fuerzas políticas de extrema derecha y antiinmigración en unas economías con severas desigualdades sociales, una población de edad avanzada y una minoría de jóvenes con dificultades de encontrar empleo, con los consecuentes problemas para generar suficientes ingresos para el Estado y las pensiones en un futuro a medio plazo.

Es necesario, pues, trabajar por proyectos sociales encaminados a lograr una mayor igualdad, libertad y bienestar sociales, que favorezcan a la mayoría de la población, frente a la proliferación de discursos y proyectos políticos autoritarios, cínicos y excluyentes.


* José María García Martínez, Profesor de Sociología, Universidad de Murcia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y republicado bajo licencia Creative Commons. Lea el original.

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